Me pregunto cómo se verá todo esto desde el vuelo de un pájaro. Esos que se van posando por los árboles y los edificios, esos que en el ruido cotidiano de la ciudad ni siquiera oímos piar, o ni siquiera intentamos escuchar en el ritmo frenético, porque nos empeñamos en olvidar la existencia de cosas que siempre están a nuestro alrededor. Salvo algún domingo en el sol de un banco del Retiro, donde todo se ve desde otro punto de vista, donde por un momento nos decidimos a parar nuestra existencia. El vuelo libre que nos inspiran los pájaros nos toca, hoy, verlo desde nuestra ventana, añorando nuestra libertad propia, incluso sin pensar en la libertad que a veces hemos podido arrebatar.
Ojalá todos esos pájaros pudieran hablarnos mañana para contarnos cómo ha sido su vuelo silencioso y solitario, cómo se veía todo desde arriba, cómo seguramente no nos hayan echado mucho de menos o cómo han hecho compañía a la ciudad todos estos días en los que ha estado y está tan sola. Incluso cómo acompañaron a la Gran Vía en su 110 cumpleaños. En estos días muchos querríamos ser ellos para volar desde nuestras ventanas y llegar a las de aquellos a los que queremos, incluso aunque sea para vernos a través de un cristal que nos inspire más cercanía que una videollamada. Querríamos volar para pasar el día en la rama de un árbol o simplemente volar para sentir el sol cerca, el viento en la cara y el olor propio de un día de vacaciones donde la felicidad y la libertad suele ser un sentimiento desbordante.
Los pájaros con el movimiento de sus alas intentan colorear todos esos lugares que hace algunas semanas se han quedado en blanco y negro, como si fuese una imagen propia de algo que quedó parado y que por muchos recuerdos e historias que guarde ahora no los puede contar. Cuando se pueda poder volver a poner en marcha será necesario volver a colorear todo, como si de un cuaderno vacío se tratase. Para que la música empiece a sonar de nuevo y todo vaya cogiendo ritmo.
Pensar en la libertad y el aire que llena los pulmones en los buenos momentos nos hace afrontar de la manera más positiva el aluvión de cifras deshumanizadas que tenemos cada día. Por eso, cerrar los ojos y pensar en el vuelo de un pájaro por el cielo azul, por la ciudad vacía nos hace sentir más llenos y libres pensando en el día que acabe todo esto, que llegue el final y podamos recuperar el tiempo que este virus nos ha robado, los meses que nos ha alejado de todo aquello que teníamos en nuestra vida y los recuerdos que dejamos pendientes de vivir en las calles vacías.
¡GRACIAS POR LEERNOS Y ÁNIMO!
PD: Todos los dibujos en las imágenes son de Luis J. San José (@the_luisja_project)